viernes

Vicente Nario

Buenos Aires, algún día del 1800 y pico…

                                                                        Vicente Nario



 
            En su estancia de San Rafael, Mendoza, Vicente Nario, pasó el resto de sus días admirando las sierras, que por su altura y majestuosidad, le recordaban a aquellos próceres que supieron enriquecer su Patria dejando una huella de luz inquebrantable en la eternidad. Tuvo el honor de presenciar, y más aún, de participar en lo que sería el nacimiento de una nueva identidad, la argentina. Su padre había sido un comerciante del puerto de Buenos Aires, y él le ayudaba en su oficio entregando la mercadería a sus diversos clientes. Desde su más tierna infancia, oía con interés las anécdotas que le contaban sus mayores acerca del colonialismo y las costumbres que antaño practicaban los antiguos nativos. Era una persona abierta, por lo que tenía buenas relaciones con militares, abogados y comerciantes, y creía que en el corazón del pueblo, florecía el verdadero amor a la Patria. Le interesaban el folcklore y las danzas que reflejaban cierto sentido de pertenencia y comunión con la tierra, que con sus paisajes lo obligaban a arrodillarse ante tanta belleza. Un día, dialogando con el Padre de la parroquia a la cual era adepto, preguntó:
¬ Si Dios es amor infinito, ¿Por qué la gente se pelea por tener más o menos tierras, más o menos riquezas, si este suelo que compartimos con los vecinos es de todos y para todos?¬
A lo que el Padre le respondió:
¬ A ver, es una pregunta difícil de responder, aunque voy a hacer el esfuerzo; los hombres somos libres de tomar las decisiones que creamos más adecuadas para vivir lo mejor posible dentro de nuestra corta existencia en este mundo. La cuestión es que hay dos clases de personas, las que se preocupan sólo por ellas mismas y las que se preocupan por el bienestar de su comunidad. Decide pues, de qué lado estás, para que tú y tu descendencia vivan dichosamente¬.
¬ Está bien, pero ahora tengo otra duda ¿por qué hay tantos esclavos que trabajan de sol a sol y qué reciben a cambio?, miseria.
¬ Bueno, así es el sistema, muchacho, muchos trabajan y pocos se enriquecen.
¬ ¡Es injusto! Todos los habitantes de la región deben gozar de los mismos derechos; a trabajar y recibir una retribución justa; a profesar libremente su culto; a enseñar y aprender. Me rehúso a aceptar la idea de esclavizar a otras personas en beneficio propio. Creo firmemente en que para que una sociedad progresara, es fundamental la actividad física regulada por el estado, de modo que sus habitantes reconozcan en el esfuerzo, el compañerismo y la voluntad de trabajo, ciertos valores que elevan el espíritu hacia el Olimpo. Luchar contra las adversidades, perseverar y sobreponerse al fracaso son cualidades que se forjan en la práctica diaria y se obtienen con el tiempo. La vecina que vende pastelitos, el que arregla los faroles, son personas igual que todos… Es más, a mi casa viene todos los días mi vecina, que es hija de esclavos, y con ella estudiamos matemáticas y derecho porque mi padre tiene muchos libros interesantes ¿sabe? Y le digo más, no quisiera que ella tenga que trabajar todo el día como sus padres, por…porque…este… ¡La quiero mucho y creo que estoy enamorado…!
¬ ¡Aleluya hijo mío!, esto que dices me alegra el corazón y renueva mis esperanzas. Creo que este país tiene un futuro enooorrrrme con gente como vos¬. Luego de unos instantes, el Padre cierra los ojos, la boca se le ensancha, se levantan sus cejas y con un suspiro muy profundo alcanzado por un trance lleno de fe, alcanza a decir:
¬ Ya lo veo, lo veo, sí... Todos muy contentos celebrando la libertad en equilibrio y armonía y disfrutando de este paraíso que es la Argentina
¬ Además, estuve anotando los lineamientos generales para la creación de un centro lúdico de formación            física.
¬ ¿Un centro lúdico de formación física? Y eso, ¿Qué es?
¬ Bueno, apenas son ideas que tengo, sería para que las personas desarrollen sus capacidades físicas, morales y mentales, a la vez que puedan crecer y recrearse mediante juegos y actividades diversas. En otras palabras, aprender jugando.
¬ Suena interesante, tengo fe en ti muchacho, te va a ir bien. 
          En las puertas del Cabildo, la gente llevaba horas esperando respuesta de sus representantes y estaba muy alterada y ansiosa por lo que ocurría allí dentro; en tanto entre escarapelas y paraguas, se oía la bulliciosa exaltación al coro de:
“¡El pueblo quiere saber de qué se trata!”
          De repente, empezó a vislumbrarse la figura del secretario de la Primera Junta que, con aire sereno y una mirada cómplice, asomaba entre las columnas del edificio, vociferando:
¬ ¡¡¡Viva la Patria!!!
¬¡¡¡Viva!!!¬ respondió el pueblo con aplausos.
        

              Un tiempo después, Don Vicente Nario, charlando con su íntimo amigo, se dirigió a él:
¬ Mariano, ahora que no dependemos de los españoles ni de los franceses ni de los ingleses, la responsabilidad es toda nuestra, del pueblo argentino quiero decir ¿Podremos guiar por buen camino el destino de la Patria?
¬ ¡No te quepe la menor duda, amigo! Conozco muy bien a esta gente y sé que la defenderán y la honrarán, porque juramos con gloria vivir…Y tú que estás ahí, enseñando los valores que esta tierra te inspiran, sabrás transmitir los sucesos de ésta epopeya, a los niños que son el futuro de nuestra Nación; hicimos historia, pero nos queda mucho por delante, brindemos con las copas más lindas, al gran pueblo argentino ¡¡¡Salud!!!
      
        Actualmente poco se sabe del paradero de Don Vicente Nario. No obstante en sus obras, los habitantes del pueblo de la Nación Argentina, reconocían la importancia y el valor de su fe, en Dios, La Patria y el pueblo.


1 comentario:

  1. OJO! Esto SÍ es una locura mía, y dicho sea de paso fue l cuento que ganó el concurso del instituto. Tendría que ir a retirar el premio pero como no quiero ni acercarme a las oficinas de las autoridades del instituto porque no coincido con su ideología y forma de administrar la institución, seguiré escribiendo cuentos que es lo que más me gusta.

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